Cuerda de la Vida



     "Estoy presionado con este tema", le espetó un  amigo al otro, y éste le contestó: "Es una chorrada, no te preocupes por eso". Mira, esta mañana he ido al hospital y he visto niños con la cabeza rapada, otros con cables por todos los lados, otro empujado por un celador y que, quizá, lo llevaba al quirófano. La familia de estas criaturas si que sentirán lo que es la angustia, la verdadera presión, no esas tonterías que incrustamos en nuestra mente y que, en realidad, no tienen importancia.
     Puede ser una conversación cualquiera, de un día cualquiera, llevada a cabo en un ascensor, en una terraza, en un parking. Gran importancia a las cosas nimias nos lleva a descubrir lo vacío del pensamiento, lo trivial de nuestra escala de prioridades. Somos tan frágiles que estamos cogidos por una cuerda, sola, única, resistente y frágil a la vez .Como la amarra que atraca al barco,  la que gobierna cientos de toneladas y que, si se rompe, lo lleva a la deriva.
     En la escalada de montañas, en el mar, en la altura de un andamio, una simple cuerda es el nexo de unión de un ser humano con la vida. Desasosiego, impotencia, desazón, zozobra, sinrazón es lo que sentimos cuando se rompe esa cuerda, cuando se nos va un ser querido.
     Cables, luces, pitidos, corrientes de agua, tapones, gases y tubos. Es la UCI, esa unidad especializada de los hospitales. Vestíbulo de la vida, antecámara de la muerte. Hacia allá la trasladaron a ELLA tras una operación de urgencia. Algo no iba bien en su interior. Los dolores en su abdomen eran cada vez más intensos. Su pálido rostro delataba su malestar. La doctora Castillo, tras las pertinentes pruebas, decidió actuar. Tenía que abrir el vientre, esa cuba que encierra los intestinos -cuerdas-, a modo de sarcófago. Había un trozo de cuerda con necrosis (gangrenado). Cuestión de cortar, empalmar y coser, explicó la cirujano tras la intervención. Así de sencillo (para ella, claro). Como un ducho marino en el arte de la cabuyería -hacer nudos-. Gracias a ésta salvó su vida -no encontraría palabras para expresar el agradecimiento-. Si la médica no actúa rápidamente el desenlace hubiera sido, a buen seguro, fatal.
     Con loable entereza afrontó ELLA la entrada a quirófano, escoltada por su guardia pretoriana (su familia), percibiendo la gravedad del momento con inusual aplomo. Aunque en estas situaciones imagino que la procesión va por dentro, te ves obligado a deslizarte por una cuerda y vas a parar al sótano, sin saber si tendrás la oportunidad del viaje de vuelta, de escalar la cuerda de la vida.
     A ELLA le gusta la música, toca el violonchelo -cuatro cuerdas-. Aunque ahora se restablece de sus heridas, pronto asirá el chelo, en una mano, y el arco, en la otra y creará esa magia llamada música. La partitura de la familia ya la está manejando con destreza. El pentagrama de la vida está, de nuevo, sobre su atril.
     ELLA no es cualquiera. es mi hermana, Agustina. Felicidades, Tina. Y a tí, Maribel (por tus cuidados especializados, hermana) y a todos los tripulantes de esta familia en la que cada uno simboliza un nudo de una cuerda del barco y que han sido importantes para llevar la nave a buen puerto.
     Por cierto, el otro día soñé con cuerdas, con nudos de cuerdas. ¿Por qué será?


Música de Blog (abajo)   ¿Qué me pasa, doctor?